miércoles, 26 de diciembre de 2018

martes, 18 de diciembre de 2018

olor a lluvia

el olor a lluvia
derramó su alivio sobre la tarde
embriagando nuestras pupilas
con el perfume de la tierra mojada









martes, 11 de diciembre de 2018

del río que no moja

una mirada que no hace mella
como el agua de un río que no moja
una palabra que es silencio
un recuerdo que olvida su memoria










martes, 4 de diciembre de 2018

un perfume

entre el sonido y su eco
entre el eco y su silencio
sístole y diástole
suelta de raíces
anida mi potencia
desnudo goce del tiempo
aura en el aire
un perfume



martes, 27 de noviembre de 2018

noche en pleno día

es de noche en pleno día
un trueno ruge y surca el silencio
resbalan los neumáticos
sobre el asfalto mojado
al compás del latido del agua
que cae por la zinguería

la mañana duerme
acunada por espejos
testigos de la lluvia





viernes, 23 de noviembre de 2018

Naufragio

Todavía dormida, escuchaba cómo se filtraba la tormenta. Soñé un poema.
Apenas desperté quise anotarlo pero sólo había retenido una imagen: la lluvia rodaba  sobre los brazos  de un hombre dispuesto a recibirla.  A medida que escribía los rastros que esa imagen había dejado en mí, el agua se escurría sobre la hoja transformando las letras en ríos de tinta. Le puse título: Naufragio.

martes, 20 de noviembre de 2018

martes, 13 de noviembre de 2018

al ritmo de la hoguera

tu frío me quema
salpico chispas
mientras me chamusco
atraída por canales subterráneos
mi velocidad palpita
al ritmo de la hoguera





viernes, 9 de noviembre de 2018

En procesión

Sus brazos no le alcanzan para sujetar la maraña hecha con el sweater y el abrigo. Están a punto de tocar el suelo. El tamaño de sus muslos, el peso de la palma de sus manos tampoco parecen alcanzarle. Su bolso que aparenta albergar ropa para varios meses se desparrama sobre el único lugar disponible en el que todavía puedo sentarme. Sus manos sujetan un teléfono celular. Viaja abducido por las ondas magnéticas que de él emanan. No llego a divisar la imagen frente a la cual combustiona su masa amorfa. Su mirada permanece hundida en la pantalla mientras, inadvertida, mi presencia se cuela por la hendija que por descuido él todavía no ocupa. ¿Su manera de ejercer el espacio dará la medida de su egoísmo?
En diagonal un hombre con el aspecto de quien carga ilusiones vencidas a golpes de injusticias e infortunios me observa regularmente cada vez que, indecisos entre dormir o permanecer despiertos, sus párpados apenas se entreabren.
En el centro del vagón un dúo de bailarines callejeros coreografían la inestabilidad que el subte les provee. Un sonido que merecería ser de radio-grabador si la época lo permitiese emana un clima de percusión metálica sobre el que ellos se divierten con un guiño de profesionalismo. Mezclan ondas urbanas que llaman de un modo que no alcanzo a registrar. Les dejo dos billetes de 10 pesos que el que pasea la gorra agradece. Le digo: “gracias a ustedes, hay que bancársela” mientras bajo la mirada y lo espío sonreír.
Danza de miradas en procesión macabra. Celebran el Día de los Muertos. Convocadas por el rito, asumen un riesgo doble. Salvar al elegido del olvido con el que lo amenaza la distancia que impone el paso del tiempo. Desprender la baba adherida, esa que ya se confunde con la propia piel , así fuese necesario arrancar sus sedimentos de a pedazos, y ofrendarlos en un sacrificio privado e íntimo.
Una vez despojadas, vacías ya de nostalgias, acuden por fin a la cita.

Santiago Caruso





martes, 6 de noviembre de 2018

mi pregunta

con los restos gastados
de las palabras nunca dichas
que habitan en los pliegues del silencio
fabrico mi pregunta
guía en el abismo que alguna vez fue camino
vigía en las tinieblas de esta noche oscura



martes, 30 de octubre de 2018

intemperie


bajo la llovizna de los días
la intemperie empapa tus contornos
velo desnudo de tu verdadera forma

martes, 23 de octubre de 2018

soy el fuego

derramo mi lava
arden mis entrañas
dreno mi furia
incendiándolo todo
soy el fuego que me quema viva
el viento aviva la llama y después la extingue






martes, 16 de octubre de 2018

en procura de una palabra


en el pozo ciego
retumban ecos de un autorreproche afónico
allí donde fui llevada
suelto mi voz ronca
en procura de una palabra

martes, 2 de octubre de 2018

sábado, 22 de septiembre de 2018

El linyera de la cuadra

Lo vi cambiar de estilo de vida. Cuando lo conocí había instalado un sillón en la esquina de casa. Los vecinos solían llevarle comida que calentaba en una garrafa. Su novia lo visitaba algunas noches. En esas ocasiones se ponía un saco sobre la ropa que usaba habitualmente y buscaba en la radio algún tanguito para bailar. Tuvo que desalojar la esquina cuando demolieron la casa que estaba ahí. Lo vi deambular por el barrio vecino buscando algún techo perdido debajo del cual guarecerse. Tal vez por orgullo, o por cuidar su privacidad, nunca optó por mudarse a alguno de los edificios tomados de la cuadra. La calle parecía proponerle un hogar libre de ataduras.
Lo saludaba de vez en cuando. En esos tiempos llevaba la mirada hundida hacia adentro. No registraba la presencia de ninguno de mis vecinos. En mis pocas salidas, caminaba como autómata sin detenerme en los detalles del paisaje cotidiano.
Después dejé de verlo. Hace unas semanas anda de vuelta por la cuadra. Parece que trabaja con los cartoneros, o por lo menos para en lo de ellos. Paso por allí prácticamente cada vez que salgo y vuelvo a casa. Nuestros encuentros cotidianos transformaron el saludo en costumbre. No siempre responde. Hay días que parece extraviado, ausente. Como si su alma se hubiera fugado hacia abismos insondables. Sin embargo creo que le gusta que lo salude. Apenas hacemos contacto visual pronuncia un “hola”, en un tono medio canchero, y sus ojos brillan mientras baja la mirada haciéndose el distraído.
Hoy cuando salí de casa lo vi meando en la vereda. Miré en sentido contrario casi por impulso. Habré pensado que estando de espaldas no notaría mi presencia. Sentí vergüenza. Me sentí violando su intimidad. Me enojaba también que estuviera meando en “mi” territorio.  Ni bien terminé de pasar escuché nítidamente su “hola”.
El sonido de su voz me obligó a girar en dirección suya. Espontáneamente un “hola, ¿qué tal?” se deslizó por mi boca. Advertí que era la primera vez que le dirigía una pregunta. Él en cambio actuaba con naturalidad. No parecía sorprendido. Tampoco mi presencia parecía incomodarlo.

Yo no te meo la vereda- pensé mientras seguí caminando, todavía molesta. El eco de mi frase me hizo sentir ridícula. Imposible reconocer los límites de su territorio. Habitaba un lugar de líneas imprecisas que resultaban por completo evanescentes. 




martes, 18 de septiembre de 2018

sueños saqueados

la noche cae en picada
el domingo se estrella
pulverizando sueños saqueados
bajo un cielo sin luna




sábado, 15 de septiembre de 2018

La ceremonia del mate


El mate es una de las primeras cosas de las que me ocupo minutos después de despertar. Todas las mañanas preparo  un termo con agua caliente y el kit correspondiente -mate yerba y bombilla- únicos protagonistas de la bandeja que llevo a la cama. La llegada del  mate a la cama da comienzo al rito. Mientras el tiempo transcurre a cuenta gotas en cada cebada, me mantengo en completo silencio.  Aferrada a mi mate con ambas manos, me sostengo en la tarea de desprenderme de las vivencias del  no tiempo.  Retazos de sueños, saldos del suspenso,  devienen notas escritas en mi libreta.  Lentamente voy despidiéndome del abandono dispuesto por  la noche. La luz y ciertos sonidos  se filtran trazando el espacio. Como ella, comienzo a disolverme  en un contorno impuesto por  colores y formas. Muda  de palabras voy recogiendo mis fragmentos a medida que el agua se acaba. La última gota de agua bendita  coincide con el momento de vestirme del  ropaje cotidiano y hacer caso a la respuesta que alguna vez di a la pregunta de  quién soy.




martes, 11 de septiembre de 2018

una noche más se extingue

intrusa
la luz absorbe
el milagro del suspenso
el tiempo avanza
trazando el deber
de los colores y las formas
una noche más se extingue

martes, 4 de septiembre de 2018

a su paso

bañada de silencio
reverbero entre los ecos
del aura ondulante
que dejó el poema
a su paso




martes, 28 de agosto de 2018

sábado, 18 de agosto de 2018

Sofi y Nico

Ni bien entré me encandiló el blanco de las paredes. Desde chicos Nico había tenido una exagerada inclinación hacia el orden y la limpieza. Se había mudado a ese departamento poco después de pasar meses sumergido en la elección de telas para sillones y colores de alfombras.
No estaba entusiasmada con ir. Sabía de todos los gestos de complacencia a los que me vería tentada a sucumbir. De todos modos allí estaba..
La iluminación a base de lámparas dicroicas me obligó a pestañear y cuando abrí los ojos me asaltó una terrible inquietud. El lugar parecía el reflejo de una foto de revista de decoración y mi presencia allí un accidente imprevisto. Fiel a su estilo de neutra tibieza, Nico había logrado recrear un ambiente muy cercano a un impersonal cuarto de hotel. Todo lucía impecable. Nuevo y reluciente. Quieto. Sin vida.
Debo admitir que nada de esto me tomaba por sorpresa. .
Me tiré en el sillón con la esperanza de hundirme. Nico miró mis botas. Decidí quitármelas antes de correr el riesgo de ensuciarlo. Me observaba esperando mi confirmación de que su esmero había valido la pena. Me limité a preguntarle qué vino había comprado. Le pedí que lo sirviera para brindar por su mudanza.
Ni bien percibí el calor del vino modulando mi garganta supe que esa noche no comería nada. Lo bebería en estado puro sin contaminarlo con otros sabores. Conocía perfectamente los efectos de tomar alcohol de ese modo. Podía contar varios papelones coleccionables. Sin embargo, nada persuadía al ansia por sentir mi piel dilatarse, percibir el leve mareo, sumergirme en la psicodelia lumínica, dar rienda suelta al aflojamiento de ciertas reservas y dejarme guiar por esa sensualidad embaucadora que varias noches me había conducido hasta una cama equivocada.
Con Nico me sentía a salvo. Nuestra amistad era tan pulcra como su departamento. Siempre habíamos conservado cada cosa en su lugar, a pesar de esa mirada que me había parecido pescarle esa vez que nos quedamos charlando en su auto. Nunca estuve segura de si efectivamente me había mirado de ese modo o simplemente yo había deseado que lo hiciera. Jamás volvimos sobre eso y  todo siguió por los carriles establecidos.
Cuando terminamos la botella sentí algo parecido a la pena. La luz se había difuminado por todo el living y el ambiente se había tornado onírico. Con el afán de rescatar una última gota estiré la mano para tomar la botella pero las ondulaciones del entorno hicieron que la tirara. Algunas gotas de tinto cayeron sobre la alfombra de pelo casi blanco.
-¿Y ahora qué hacemos? ¿Jugamos o pintamos?- pregunté mientras acercaba mi índice a una de las gotas. Era el gesto de quien va a escribir con el dedo sin tener en cuenta si podrá borrar con el codo.
-Ni se te ocurra, sonó su voz autoritaria- Por favor, no lo hagas- suavizó mientras retiraba mi mano de la inspiración surgida frente a la tela improvisada.
Abatida, me eché una vez más en el sillón. Esta vez cerré los ojos. Percibí la proximidad de Nico. Su presencia me daba tranquilidad. Apoyó su cabeza sobre mi panza y comencé a acariciarle el cuero cabelludo con las yemas de mis dedos. A medida que lo hacía me sentía cada vez más inestable. A pesar de estar acostada parecía a punto de caer. Quería sujetarme, pero mis dedos se enredaban en sus rulos. Por fin logré abrir los ojos y me incorporé. Percibí el plano inclinado en el ambiente. A fuerza de mantenerme quieta, intentaba atemperar la velocidad con la que todo mi entorno se movía. Imposible. Necesitaba con urgencia que el torbellino que giraba alrededor mío se detuviera. Una náusea comenzó a invadirme. Con paso tambaleante recorrí los metros que me separaban del baño. No encontré la luz, mucho menos el inodoro. Después de la arcada inicial vomité dos veces. Aproveché para drenar algo de mi furia de dragón inocentemente contenida. Único fuego que en esa noche ardería.




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martes, 14 de agosto de 2018

jueves, 9 de agosto de 2018

el perfume de las bestias


mi piel se dilata
derramando su forma
disuelta
en un laberinto vicioso
me oriento por tus olores
para fundirme
con el perfume de las bestias







sábado, 4 de agosto de 2018

giro en falso


Apago la luz. Acomodo la almohada. Estoy rendida. El cuerpo me pesa toneladas. Lo único que deseo es dormir lo antes posible. Las cortinas permiten que se filtre la luz de la calle dibujando sombras en el cielo raso. Las observo moverse como si se tratara de una película muda de la que no consigo descifrar el argumento. Los ojos se me van cerrando empujados por el peso de mis párpados.  Siento mi cuerpo hundirse en el colchón. No puedo pensar en nada. Tengo la cabeza saturada de imágenes y pensamientos recolectados durante el día. Fue un día largo. Pero está terminando. Mañana será otro día, por supuesto.  En breve me voy a quedar dormida. Afortunadamente el tratamiento viene dando resultado. Ya no tengo que dejar la luz del pasillo prendida toda la noche. Es cuestión de elegir bien las afirmaciones positivas, como dijo Graciela cuando empecé la terapia.  Si pienso “me voy a dormir” me termino durmiendo, tarde o temprano. Uno atrae lo que piensa, hay que tener mucho cuidado con lo que uno piensa.
Por eso en lugar de pensar que tengo miedo de no poder dormir como lo hacía antes, ahora me concentro en tratar de no pensar y en relajar el cuerpo. Primero boca arriba, como ahora, dejando que el cuerpo se afloje mientras los ojos se van cerrando. Ahora sí,  ya puedo girar, debe ser hacia la derecha, no me acuerdo bien por qué asunto de los meridianos. Me sigue molestando este hombro. Desde que me caí del banquito tratando de sacar el nido que las palomas intentaban hacer en el gomero del patio este hombro no me quedó bien. Giro para colocarme boca abajo. Nunca entendí por qué llaman así a esta posición, ya que la boca siempre queda necesariamente de costado. Como el cuello me molesta, alterno la cabeza de derecha a izquierda sin encontrar alivio en ninguno de los lados.
Vuelvo a colocarme boca arriba. Miro el techo. Me inquieta que las sombras hayan quedado fijas como si fueran estatuas. Parece como si hubiesen perdido vida. Estoy cada vez más despierta. - Mañana tengo que ir a buscar el pantalón negro que dejé para que le cambien el cierre, apunto en mi agenda mental. ¿Habrá quedado pan para el desayuno? Tengo que pedir turno para la mamografía. El médico me dijo que trate de hacerla lo antes posible. Que no me preocupe por ahora hasta repetir el estudio. Es cierto que la imagen que vio no le gustó pero, “Vamos paso a paso”, dijo. Tiene razón. Hay que pensar en positivo. Después de todo que mi mamá y mi abuela hayan muerto de cáncer de mama no es motivo para pensar que podría pasarme lo mismo. No tengo que pensar cosas feas. Tengo que pensar que todo va a estar bien. Uno atrae lo que piensa.
¿Dónde habré guardado la orden que me hizo el médico? Repaso mentalmente los lugares donde pude haberla dejado pero no me acuerdo haberla visto los últimos días. Ni siquiera me acuerdo qué hice en el momento que me la dio en la última consulta. Espero no haberla tirado a la basura junto con el ticket de la compra del supermercado. Estoy tentada de levantarme a buscarla. No creo poder conciliar el sueño con semejante preocupación. De paso podría hacerme uno de esos tés relajantes. Pero, ¿y si producto del agotamiento físico y mental me distraigo y dejo la hornalla prendida? Sería posible un incendio. ¿Podría lograr apagarlo? ¿Alguien vendría a socorrerme o terminaría muriendo sola entre las llamas? No me gustaría morir calcinada. Una muerte accidental haría intervenir a la policía. Todos los planes que tengo para mi funeral se verían alterados por posibles investigaciones y autopsias. No habría rosas rojas, palabras emotivas de mis mejores amigos, tampoco sonaría Spinetta cantando Maribel. No me gustaría morir así. No quiero morir sola.
En el techo, las  sombras desaparecieron. Escucho el canto de algún que otro pájaro. Una profunda oscuridad invade el cuarto mientras afuera amanece.
               

martes, 31 de julio de 2018

hechicera solitaria

te llevaste todo
menos tu sombra
hechicera solitaria
palpita entre las hojas
que el otoño derramó
en la vereda

viernes, 27 de julio de 2018

las cosas lo más claro posible


Está bien haberle mandado el mensaje a Laura. Ella es una mina piola, no me gustaría que me mal interprete. El que calla, otorga. Mejor dejar las cosas lo más claro posible. Siempre hay lugar para los malos entendidos. Siempre que se puede, mejor evitarlos.
Mina copada Laura. La pasábamos bien. Desde el principio me sentí cómodo. Como si nos conociéramos desde siempre. Una noche hasta llegué a decírselo. Ella me tranquilizó diciendo que disfrutemos mientras durara, que encuentros así, además de ser raros, duraban poco. Sin embargo a medida que la relación crecía también lo hacía mi intranquilidad. Comencé a sentirme ansioso y fue ahí que decidí que era momento de ponerle fin.
“Vamos a tener que dejar esto” fue exactamente lo que dije. Ella pareció entender desde el primer momento. O por lo menos pretendió que lo hacía. Casi no hizo preguntas. Mucho menos reclamos. Sus gestos, tan expresivos hasta ese momento, parecían haberse borrado por completo. Se limitó a escuchar y bajó la vista. ¿Cómo podía quedarme tranquilo de que lo había entendido? ¿Qué me garantizaba que no era una táctica para despistarme? ¿Estaría siendo sincera? ¿No me estaría haciendo la de la comprensiva? ¿Estaría esperando el momento oportuno para clavarme un puñal por la espalda?
Sólo un hombre de fe hubiera podido confiar en que la coherencia entre dichos y hechos resultaba evidencia suficiente. Para un hombre racional como yo la evidencia, en lo que a mujeres se refiere,  nunca puede ser suficiente. “Con las minas las cosas lo más claro posible”, como decía mi viejo. A las minas les encanta suponer. Mirás el reloj, suponen que querés irte. Si estás callado, es porque estabas pensando en otra cosa. Si realmente tendrías ganas de verlas, dejarías de hacer todo lo demás. Son expertas.  Se las arreglan con muy poco cuando se trata de suponer.
Yo estaba perfectamente advertido. Ya me había pasado con Rita con quien juro que traté de no dejar ningún cabo suelto. Con mucha sinceridad le propuse una amistad. Sin embargo cada vez que la invitaba a mi casa a ver una película o a tomar un vino, ella intentaba rozar mi pierna con la suya, con franca intensión de querer “algo más”. Es cierto, Rita nunca pareció entender. Después de Rita me prometí a mí mismo que no me volvería a suceder. No estaba dispuesto ni siquiera a una sutil insinuación de “otra cosa”.
Fue así como los primeros meses que nos vimos con Laura después de mi decisión, esperaba el momento oportuno para volver a aclarárselo. Su respuesta no solía diferir mucho de la que había dado originalmente. Aunque nuestros encuentros eran cada vez más espaciados seguíamos escribiéndonos seguido. Que fuese por escrito no le restaba ni fuerza ni valor a mis palabras. Pronto fueron cada vez menos las oportunidades en las que conversábamos. Hace ya un tiempo que  no me escribe. Yo no dejo pasar mucho sin escribirle. Para que me entienda. No me gustaría que suponga que me hago el interesante. que se filtre un malentendido, porque, el que calla otorga, mejor las cosas lo más claro posible…por las dudas…



martes, 24 de julio de 2018

pulso húmedo

trazo tu contorno
a tientas tropiezo
con la comisura de tus labios
mis yemas tiemblan
en la antesala de la cueva oscura
envuelto en la rugosidad de tu lengua
mi pulso húmedo
trama lo incierto


sábado, 21 de julio de 2018

Una valija perfecta


Se dirigió hacia el ropero y echó una mirada rápida. Tomó la valija gris, la única sin rueditas, y la apoyó sobre la cama. Comenzó por las camisas. Las abotonó una por una para después guardarlas. Pasó a los pantalones. Los dobló asegurándose de respetar las costuras de cada pierna. Permaneció atenta a que todo siguiera el orden previsto. Hacer las cosas bien requería concentración. Lo había aprendido en sus encuentros de meditación Zen: “Cuando como, como y cuando duermo, duermo; Debemos vaciarnos de pensamientos; Hacernos uno con la cosa”,  había repetido el maestro casi como un mantra. Imbuída en esas enseñanzas intentaba plegarse  por completo a cada cosa que realizaba.
“Seguro necesitará zapatillas y algo de ropa deportiva”- pensó- “Y no tengo que olvidarme de las medias y los calzoncillos.”
A pesar de que él no apreciaría ninguno de esos detalles, ya que había demostrado en repetidas ocasiones sus enormes aptitudes en desconocer lo sutil, confundiendo hábilmente lo superfluo con lo importante, también guardó el kit de afeitar y su cepillo de dientes.
Ninguno de esos detalles sería advertido, ella lo sabía. Sin embargo no parecía importarle. La valija quedaría perfecta  independientemente de que él lo notara. Tendría todo lo necesario. No encontraría  motivos para volver. Ella contaba con la lista en la que había detallado todo lo que era necesario incluir. A medida que iba guardando la ropa, colocaba una tilde en el costado derecho de cada palabra de modo tal que no aparecieran dudas una vez finalizada la tarea.
Estaba todo listo. Miró la hora en su celular. Contaba con tiempo para darse una ducha rápida antes de que él llegara. Después, se preparó un té de menta y le agregó una cucharadita de miel. “Perfecto”, se escuchó decir  en voz alta. Encendió un cigarrillo. Se alegró de que el atado estuviese casi lleno. No tendría que salir a comprar. Se echó en el sillón. Su cuerpo de pronto pareció hundirse en la pana negra como si la gravedad fuera a succionarlo.  Apoyó el cenicero sobre el hueco que nacía debajo de sus costillas.  Lo fumó  como si se tratara del último de su vida. Dejó el cenicero en la mesita ratona. Observó la colilla, vedette  rodeada de cenizas, y la asaltó el recuerdo del velatorio de su madre, del cajón,  del cuerpo muerto rodeado de flores.
A tiempo se abrió la puerta.
-Que stress el tuyo, fue lo que él dijo a modo de saludo.
-Está todo ahí, en la valija,  están todas tus cosas, se apresuró a decir antes que intentara  encontrar razones para seguir quedándose, como había hecho cada vez que le había recordado que debía irse, pues habían decidido separarse, hacía ya incontables meses.
-¡Uh, pesa como un muerto! Voy a tener que tomar un taxi, no sé si tengo plata, mejor la paso a buscar en otro momento.
Al oír esas palabras, se incorporó inmediatamente y lo miró inundándolo de todo el desprecio del que ella era capás.
-¿Qué pasa? -dijo él- lo único que falta es que también te moleste que la deje por unos días. Ni siquiera sé muy bien donde voy a ir. Me cansé de ser un títere tuyo. Necesito estar sólo para saber qué es lo que quiero. Mejor me voy.

Empujó suavemente la puerta hasta que trabó el pestillo mientras escuchaba cómo la valija lo iba arrastrando pesadamente escaleras hacia abajo. Tomó el cenicero y se deshizo de las cenizas. Esta vez, en lugar de usarlas como abono para sus plantas, las tiró en la basura.

Detalle de Fotografía tomada por Yvonne Venegas


martes, 17 de julio de 2018

ladrido solitario


un ladrido solitario
inaugura el rito
seducidas por una melodía invisible
sombras difusas
derraman infinitos verdes
en esta noche insomne



viernes, 13 de julio de 2018

tu miel bendita


bajo el roce envuelto en penumbra
adivino insomne el talismán privado
entre tus piernas
me pliego 
con devoción
de madre, puta 
esclava y geisha
soy todas y ninguna
la enaltezco y la adoro
la declaro santa
ella
...
desde su pequeño altar privado
derrama tirana
en mi boca
su miel bendita
Ilustración: Isidoro Reta



martes, 10 de julio de 2018

justo allí


la montaña despierta en la mañana
una mañana abrumada de silencio
es un silencio lleno
me sumerjo en su plenitud
respiro su riesgo
habito justo allí donde copulan
la tierra y el cielo





sábado, 7 de julio de 2018

domingo anochecido

Domingo. El mejor momento para tener un amante si lo tuviera. Cierro los ojos. Estás en una esquina. Anochece. Estás contento de verme y no intentás disimularlo. En tus ojos brilla el resplandor de tu ansia. Me abrazás fuerte, como lo hacés cuando el solo roce con mi piel te excita. Me agarrás la cintura apretando con firmeza. Querés hacerme toda tuya en un instante, arrancarme a mordiscones. Me besás la boca con furia y me arrinconás contra la persiana baja de un negocio cerrado. La calle está desierta, ni un testigo para tu voracidad sabrosa. Nada interfiere entre tu boca y mis hombros. Te detenés donde nace mi cuello, para saborear con tus dientes la piel fina que cubre mis huesos. Podrías devorarme si lo desearas. Me ofrezco como tu presa. Te digo: "quiero que me muerdas toda". Hacés caso como si fuera palabra santa. En tus gestos no hay sombra de duda ni de vacilación. Puedo sentir el surco que van dibujando tus garras. Me duelen tus dientes filosos. Ahí mismo, donde el dolor se impone, irrumpe un goce que sirve de puente a nuestros cuerpos. Apoyás tus manos donde nace mi garganta, ejerciendo presión. Siento el paso del aire entrecortado y el bombeo excitado de mi corazón. Escucho tu respiración agitada. Podrías matarme si lo desearas. Ya no sé quién soy, qué forma tengo. Advierto la llegada del momento en que nada importa. Me dejo ir. “Estoy contenta”, digo.
Con la certeza que sobreviene después de una epifanía -pienso- "Muero de amor por vos".






martes, 3 de julio de 2018

muda en mi parloteo



vueltas espiraladas
por laberínticos vericuetos
de entrada prohibida
muda en mi parloteo
se extravían mis sentidos

viernes, 29 de junio de 2018

siempre que llovió paró


10:04 Am. Estoy en el consultorio esperando al primer paciente del día. Debió haber llegado 9:30. Hace media hora. Hace exactamente media hora que sigo tomando mate mientras espero. Hay días que detesto tener que esperar. Hoy es uno de esos días.
Otras veces, confieso, íntimamente lo agradezco. Guardo la vajilla  que se secó durante la noche. Barro la cocina y por qué no el pasillo de entrada. Hago mi cama. Saco la ropa que puse a lavar ni bien me levanté y lo cuelgo en la terraza. Ordeno un poco la casa. La metonimia doméstica, como suelo llamarla, tiene un nosequé para mí. Despliega el enorme potencial de mi alter ego “la hormiguita trabajadora”. En esas ocasiones el timbre del paciente me toma por sorpresa, casi como un imprevisto entre tanta debida obligación. Son muchas las ocasiones en las que,  todavía con los guantes de látex cubriendo mis manos, previo suspiro, por el portero eléctrico respondo: "un minuto".
Pero hoy es uno de esos días en los que la espera cobra su verdadera dimensión de sinsentido. Tiempo verdaderamente perdido. Irrecuperable.
Cuando me desperté el cielo prometía nubosidad en aumento y posibilidades de chaparrones para nada aislados. A  pesar del pronóstico, si no hubiera sido por el hecho de que hace cuatro días llueve sin cesar y que la soga desborda de ropa chorreante que lavé la mañana de la tarde del día que comenzó a llover, seguramente hubiera iniciado un lavado al tiempo que me preparaba mi primer termo de mate. Pero no. Resultaba imposible arriesgarme a semejante posibilidad acumulativa de materia pendiente, descontando la injusticia de privarle la prioridad de lavado a la humedad textil que languidece en la terraza.
Muy a mi pesar, haciendo acopio de una férrea voluntad, en un acto de puro estoicismo, me abstuve de iniciar ese primer lavado.
¿Cómo iba a imaginar que, entre las 9;50 -momento en que curiosamente comencé a sentir esta espera intolerable- y las 10,  comenzaría a vislumbrarse un haz de luz entre tanta masa espesa de nube gris? ¿Cómo iba a suponer que iba a tener tiempo suficiente para colgar el nuevo lavado e iniciar el del flagelo víctima de esa lluvia que parecía haberse vuelto eterna? Sólo un corazón desbordante de optimismo hubiera podido,  colocar la ropa sucia dentro de la máquina, verter el jabón en polvo y el enjuague, y casi como con un pase mágico presionar el botón de “encendido”, mientras repetía como un mantra las palabras que tantas veces le había escuchado decir a su abuela Luisa: “Siempre que llovió, paró”.



martes, 26 de junio de 2018

amenaza ausente


agazapado
acechás tu propia sombra
contorneando un puro vacío
y la amenaza ausente
de dejar de estar sólo


viernes, 22 de junio de 2018

barrera baja


Camina absorbida en sus pensamientos bajo un cielo azul impecable al que solo lo distrae la estela blanca de un avión que no alcanza a divisar.
A medida que la barrera comienza su descenso va acelerando su paso. El silbido del tren va filtrándose en el aire. Su presencia invisible la va empujando a acercarse a las vías. Da un paso más. Se detiene en el extremo hasta el cual sus piernas la acompañan. El aire agitado por la proximidad de la máquina sacude los yuyos y toda aquella presencia de vida sensible. En ese instante todo parece alterado.
Da todavía un paso más hacia el abismo que la separa de las vías aturdidas. Sabe de lo inevitable. Sabe que pasará de un momento a otro.
Cierra los ojos. Escucha el latido rítmico de la campanilla metálica.
A su lado sobre el asfalto las bocinas denuncian la procesión espontánea a la que los autos parecen haber sido convocados. Comunidad quieta de la que ya es parte a pesar suyo.
Acerca las manos a su pecho y entrecruza los dedos de ambas en un gesto que no se decide entre la plegaria y el ruego.
Está tan cerca que puede percibir el rugido del tren filtrándose por sus poros dilatados mientras el aire agitado juega a hacer remolinos con su cabello.
Una pausa exacta para el instante perfecto.  Ése en el que reza hacia sus adentros su deseo, tesoro precioso, capricho secreto que intenta conjurar.
Mientras el último vagón apresura su marcha, solo resta esperar que la barrera se levante y así continuar su camino fundiéndose en el paisaje.



viernes, 15 de junio de 2018

el ritual de los viernes


Abro la canilla de agua caliente y cuando el chorro es suficientemente contundente coloco el tapón a la bañadera. Por debajo justo donde golpea el chorro en la base del agua, vuelco un poco de espuma para baño aroma tilo. Adoro el perfume de los tilos. Me gustaría algún día, reemplazar el Plátano de la vereda por uno. Me contaron que la Ciudad de la Plata hay épocas del año que parece haberse perfumado con Tilos. Buenos Aires en cambio últimamente huele casi siempre a acumulación de basura y cloaca estancada. Son épocas en que la mierda flota.
Prendo un sahumerio y bajo el dimmer de la luz del baño.
Comienza uno de los momentos más deseados de la semana: el ritual de los viernes. Mientras se llena la bañadera me enciendo la tuca que quedó del domingo a la noche. No suelo fumar durante la semana. Pero ahora ya es noche de viernes, pura línea de fuga, una suerte de imperiosa expectativa de cosa nueva. 
Llevo la computadora al baño para así escuchar algún disco. Dudo entre alguno del elenco estable o arriesgarme con algo nuevo. Transo: elijo Talkie Walkie de Air, de ellos el que menos escuché hasta el momento. No le doy play hasta que cierro la canilla. Me molestaría mucho escucharlo comenzar con el ruido del chorro de fondo.  Ahora sí. El agua está increíble y la música está bien. Me suelto el cabello y me sumerjo hasta hundirme, mientras percibo como el agua tibia va ablandando el gesto cotidiano en el que suelo reconocerme, va deshaciendo sutilmente la máscara a través de la cual fallo en saber quién soy.

https://youtu.be/mQONxOIPPuI

martes, 5 de junio de 2018

comunión efímera


lucen socios
sus anónimos silencios
y el texto de sus vidas
hecho surco en las pieles ajadas
rozan sus pesares codo a codo
en comunión efímera




martes, 29 de mayo de 2018

grieta en el tiempo

el silencio absorbe
las palabras que lleva el viento
grieta en el tiempo
bajo esta lluvia de vinilo
paseo por el intervalo
choco con sus contornos
mareada
en átomos de luz
dispersa
soy una pausa en mi presencia


martes, 15 de mayo de 2018

martes, 8 de mayo de 2018

miércoles, 2 de mayo de 2018

baño turco


el vaho melancólico
ciega la mirada
muerta y viva
turbia el alma
bajo un cielo infernal
purgo de fe
mi confianza

martes, 24 de abril de 2018

martes, 17 de abril de 2018

la mierda no tiene dueño

empalagado con lo tuyo
te relames frente al espejo
-tengo ganas de comer
y me mandás a hurgar en la basura
intento salvar algo
(y así de paso salvarme)
espigo la resaca
revuelvo inmundas decepciones
carroña sin recupero
la mierda no tiene dueño


martes, 10 de abril de 2018

melodía invisible

la noche no duerme
la arrulla el viento
su melodía invisible
de vuelo rasante
rumor de un mar ausente


martes, 3 de abril de 2018

tras las pistas



cierro los ojos
tiemblo apenas
mi sutil escalofrío
recorre tu trazado
me dejo ir
tras las pistas
pesa mi pulso agitado

martes, 27 de marzo de 2018

por capricho

dejaste por capricho
aturdido el silencio
inundada la sequía
y mi sueño insomne
sumergido en lagunas
desbordantes de vacíos