martes, 31 de julio de 2018

hechicera solitaria

te llevaste todo
menos tu sombra
hechicera solitaria
palpita entre las hojas
que el otoño derramó
en la vereda

viernes, 27 de julio de 2018

las cosas lo más claro posible


Está bien haberle mandado el mensaje a Laura. Ella es una mina piola, no me gustaría que me mal interprete. El que calla, otorga. Mejor dejar las cosas lo más claro posible. Siempre hay lugar para los malos entendidos. Siempre que se puede, mejor evitarlos.
Mina copada Laura. La pasábamos bien. Desde el principio me sentí cómodo. Como si nos conociéramos desde siempre. Una noche hasta llegué a decírselo. Ella me tranquilizó diciendo que disfrutemos mientras durara, que encuentros así, además de ser raros, duraban poco. Sin embargo a medida que la relación crecía también lo hacía mi intranquilidad. Comencé a sentirme ansioso y fue ahí que decidí que era momento de ponerle fin.
“Vamos a tener que dejar esto” fue exactamente lo que dije. Ella pareció entender desde el primer momento. O por lo menos pretendió que lo hacía. Casi no hizo preguntas. Mucho menos reclamos. Sus gestos, tan expresivos hasta ese momento, parecían haberse borrado por completo. Se limitó a escuchar y bajó la vista. ¿Cómo podía quedarme tranquilo de que lo había entendido? ¿Qué me garantizaba que no era una táctica para despistarme? ¿Estaría siendo sincera? ¿No me estaría haciendo la de la comprensiva? ¿Estaría esperando el momento oportuno para clavarme un puñal por la espalda?
Sólo un hombre de fe hubiera podido confiar en que la coherencia entre dichos y hechos resultaba evidencia suficiente. Para un hombre racional como yo la evidencia, en lo que a mujeres se refiere,  nunca puede ser suficiente. “Con las minas las cosas lo más claro posible”, como decía mi viejo. A las minas les encanta suponer. Mirás el reloj, suponen que querés irte. Si estás callado, es porque estabas pensando en otra cosa. Si realmente tendrías ganas de verlas, dejarías de hacer todo lo demás. Son expertas.  Se las arreglan con muy poco cuando se trata de suponer.
Yo estaba perfectamente advertido. Ya me había pasado con Rita con quien juro que traté de no dejar ningún cabo suelto. Con mucha sinceridad le propuse una amistad. Sin embargo cada vez que la invitaba a mi casa a ver una película o a tomar un vino, ella intentaba rozar mi pierna con la suya, con franca intensión de querer “algo más”. Es cierto, Rita nunca pareció entender. Después de Rita me prometí a mí mismo que no me volvería a suceder. No estaba dispuesto ni siquiera a una sutil insinuación de “otra cosa”.
Fue así como los primeros meses que nos vimos con Laura después de mi decisión, esperaba el momento oportuno para volver a aclarárselo. Su respuesta no solía diferir mucho de la que había dado originalmente. Aunque nuestros encuentros eran cada vez más espaciados seguíamos escribiéndonos seguido. Que fuese por escrito no le restaba ni fuerza ni valor a mis palabras. Pronto fueron cada vez menos las oportunidades en las que conversábamos. Hace ya un tiempo que  no me escribe. Yo no dejo pasar mucho sin escribirle. Para que me entienda. No me gustaría que suponga que me hago el interesante. que se filtre un malentendido, porque, el que calla otorga, mejor las cosas lo más claro posible…por las dudas…



martes, 24 de julio de 2018

pulso húmedo

trazo tu contorno
a tientas tropiezo
con la comisura de tus labios
mis yemas tiemblan
en la antesala de la cueva oscura
envuelto en la rugosidad de tu lengua
mi pulso húmedo
trama lo incierto


sábado, 21 de julio de 2018

Una valija perfecta


Se dirigió hacia el ropero y echó una mirada rápida. Tomó la valija gris, la única sin rueditas, y la apoyó sobre la cama. Comenzó por las camisas. Las abotonó una por una para después guardarlas. Pasó a los pantalones. Los dobló asegurándose de respetar las costuras de cada pierna. Permaneció atenta a que todo siguiera el orden previsto. Hacer las cosas bien requería concentración. Lo había aprendido en sus encuentros de meditación Zen: “Cuando como, como y cuando duermo, duermo; Debemos vaciarnos de pensamientos; Hacernos uno con la cosa”,  había repetido el maestro casi como un mantra. Imbuída en esas enseñanzas intentaba plegarse  por completo a cada cosa que realizaba.
“Seguro necesitará zapatillas y algo de ropa deportiva”- pensó- “Y no tengo que olvidarme de las medias y los calzoncillos.”
A pesar de que él no apreciaría ninguno de esos detalles, ya que había demostrado en repetidas ocasiones sus enormes aptitudes en desconocer lo sutil, confundiendo hábilmente lo superfluo con lo importante, también guardó el kit de afeitar y su cepillo de dientes.
Ninguno de esos detalles sería advertido, ella lo sabía. Sin embargo no parecía importarle. La valija quedaría perfecta  independientemente de que él lo notara. Tendría todo lo necesario. No encontraría  motivos para volver. Ella contaba con la lista en la que había detallado todo lo que era necesario incluir. A medida que iba guardando la ropa, colocaba una tilde en el costado derecho de cada palabra de modo tal que no aparecieran dudas una vez finalizada la tarea.
Estaba todo listo. Miró la hora en su celular. Contaba con tiempo para darse una ducha rápida antes de que él llegara. Después, se preparó un té de menta y le agregó una cucharadita de miel. “Perfecto”, se escuchó decir  en voz alta. Encendió un cigarrillo. Se alegró de que el atado estuviese casi lleno. No tendría que salir a comprar. Se echó en el sillón. Su cuerpo de pronto pareció hundirse en la pana negra como si la gravedad fuera a succionarlo.  Apoyó el cenicero sobre el hueco que nacía debajo de sus costillas.  Lo fumó  como si se tratara del último de su vida. Dejó el cenicero en la mesita ratona. Observó la colilla, vedette  rodeada de cenizas, y la asaltó el recuerdo del velatorio de su madre, del cajón,  del cuerpo muerto rodeado de flores.
A tiempo se abrió la puerta.
-Que stress el tuyo, fue lo que él dijo a modo de saludo.
-Está todo ahí, en la valija,  están todas tus cosas, se apresuró a decir antes que intentara  encontrar razones para seguir quedándose, como había hecho cada vez que le había recordado que debía irse, pues habían decidido separarse, hacía ya incontables meses.
-¡Uh, pesa como un muerto! Voy a tener que tomar un taxi, no sé si tengo plata, mejor la paso a buscar en otro momento.
Al oír esas palabras, se incorporó inmediatamente y lo miró inundándolo de todo el desprecio del que ella era capás.
-¿Qué pasa? -dijo él- lo único que falta es que también te moleste que la deje por unos días. Ni siquiera sé muy bien donde voy a ir. Me cansé de ser un títere tuyo. Necesito estar sólo para saber qué es lo que quiero. Mejor me voy.

Empujó suavemente la puerta hasta que trabó el pestillo mientras escuchaba cómo la valija lo iba arrastrando pesadamente escaleras hacia abajo. Tomó el cenicero y se deshizo de las cenizas. Esta vez, en lugar de usarlas como abono para sus plantas, las tiró en la basura.

Detalle de Fotografía tomada por Yvonne Venegas


martes, 17 de julio de 2018

ladrido solitario


un ladrido solitario
inaugura el rito
seducidas por una melodía invisible
sombras difusas
derraman infinitos verdes
en esta noche insomne



viernes, 13 de julio de 2018

tu miel bendita


bajo el roce envuelto en penumbra
adivino insomne el talismán privado
entre tus piernas
me pliego 
con devoción
de madre, puta 
esclava y geisha
soy todas y ninguna
la enaltezco y la adoro
la declaro santa
ella
...
desde su pequeño altar privado
derrama tirana
en mi boca
su miel bendita
Ilustración: Isidoro Reta



martes, 10 de julio de 2018

justo allí


la montaña despierta en la mañana
una mañana abrumada de silencio
es un silencio lleno
me sumerjo en su plenitud
respiro su riesgo
habito justo allí donde copulan
la tierra y el cielo





sábado, 7 de julio de 2018

domingo anochecido

Domingo. El mejor momento para tener un amante si lo tuviera. Cierro los ojos. Estás en una esquina. Anochece. Estás contento de verme y no intentás disimularlo. En tus ojos brilla el resplandor de tu ansia. Me abrazás fuerte, como lo hacés cuando el solo roce con mi piel te excita. Me agarrás la cintura apretando con firmeza. Querés hacerme toda tuya en un instante, arrancarme a mordiscones. Me besás la boca con furia y me arrinconás contra la persiana baja de un negocio cerrado. La calle está desierta, ni un testigo para tu voracidad sabrosa. Nada interfiere entre tu boca y mis hombros. Te detenés donde nace mi cuello, para saborear con tus dientes la piel fina que cubre mis huesos. Podrías devorarme si lo desearas. Me ofrezco como tu presa. Te digo: "quiero que me muerdas toda". Hacés caso como si fuera palabra santa. En tus gestos no hay sombra de duda ni de vacilación. Puedo sentir el surco que van dibujando tus garras. Me duelen tus dientes filosos. Ahí mismo, donde el dolor se impone, irrumpe un goce que sirve de puente a nuestros cuerpos. Apoyás tus manos donde nace mi garganta, ejerciendo presión. Siento el paso del aire entrecortado y el bombeo excitado de mi corazón. Escucho tu respiración agitada. Podrías matarme si lo desearas. Ya no sé quién soy, qué forma tengo. Advierto la llegada del momento en que nada importa. Me dejo ir. “Estoy contenta”, digo.
Con la certeza que sobreviene después de una epifanía -pienso- "Muero de amor por vos".






martes, 3 de julio de 2018

muda en mi parloteo



vueltas espiraladas
por laberínticos vericuetos
de entrada prohibida
muda en mi parloteo
se extravían mis sentidos