La tierra bosteza y llena el paisaje con sus vapores. El tren se sumerge en una niebla compacta, devoradora de toda presencia. La atravesamos y nos dejamos atravesar por ella, fascinados frente a lo inmenso. Más allá nos espera el perfume de los colores de la siembra. Una simetría perfecta de verdes y marrones baña la ladera de la montaña. Atraídos por su quietud, bailan pájaros migrantes.
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