caigo

caigo por mi propio peso
sobre la huella de mi presencia

grillos invisibles perfuman el aire
con la música de sus alfileres dulzones

caigo lentamente
voy dejando atrás ese lugar
en el que nunca estuve

una luna rojiza

vengo de cruzar el río del tiempo
corría caudaloso
imaginé todas las vidas contenidas en él

a medida que avanzaba 
vi al paisaje quedar cautivo del esplendor 
con el que  la noche lo abarcaba

en el camino de vuelta 
una luna rojiza 
iluminaba el mundo

 

la presencia de las cosas

la historia habita invisible 
en la presencia de las cosas

el tronco despide a la corteza

desnudando la intimidad de sus colores y texturas

retazos de vida acumulada
se desprenden y caen

ladra

en la mañana inmaculada un perro ladra 

sacude las sombras que la noche dejó 

olvidadas en el momento de su retirada

lanza sus flechas hacia un vacío de presencias sólo aparente

él sabe que el sigilo con el que el aire ha amanecido 

pronto será viento 

y que entonces la calma en la que se mecen las ramas de los árboles

hará remolinos en una sinfonía estridente

ladra, insiste imperturbable

ladra y retumba 

hasta que sus ecos consiguen desgarrar

el velo de lo apacible