carga la guadaña de un reviente que agoniza junto al mediodía
y una mirada que huye de las voces que oxidan su conciencia
no va sólo con sus monstruos
a su lado los ojitos de una nena
-con la precisión que les da su vulnerabilidad-
irradian sobre la calle un orgullo que es el suyo
prenda ganada a las desilusiones
un aura que la protege y le esconde
a mi domingo la desesperanza
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