planeo un amanecer aún no confirmado
haremos árbol del leño caído
y en el centro de nuestras pupilas
brillará el resplandor de un fuego
recién nacido de las cenizas
planeo un amanecer aún no confirmado
haremos árbol del leño caído
y en el centro de nuestras pupilas
brillará el resplandor de un fuego
recién nacido de las cenizas
al evocarla escribo mi nombre
la línea de su amargura dibuja un gesto
que hace surco en mi memoria
allí -en las arrugas del cuero curtido-
trama su recuerdo
filigrana hecho de fisuras
dónde se trafica la añoranza
de lo que ya nuca será
carga la guadaña de un reviente que agoniza junto al mediodía
y una mirada que huye de las voces que oxidan su conciencia
no va sólo con sus monstruos
a su lado los ojitos de una nena
-con la precisión que les da su vulnerabilidad-
irradian sobre la calle un orgullo que es el suyo
prenda ganada a las desilusiones
un aura que la protege y le esconde
a mi domingo la desesperanza
caer del otro
succionado por el vértigo
-que apetece el abismo-
rodar cuesta abajo por la pendiente
-que hiere el camino-
romperse y disolverse
hasta volverse polvo
niebla, humo o quizás
la imagen de un sueño
que se disipa al despertar