Sólo el rumor del mar, atento al vaivén de la marea, escande el silencio. La playa se sumerge por completo en la negrura desnuda de ecos y de sombras. La espesura de las nubes oculta la presencia de la luna y las estrellas. A pasos de la orilla, un hombre, plegado a la quietud de la tanza, respira sutil el ritmo de su vibración. Su presencia parece no tener tiempo.
Todo movimiento es imperceptible. Es una noche sin viento. En los ojos del pescador se reflejan flashes sutiles de una luz lejana y el contorno de mi silueta. Anónimos, nuestro encuentro es el de los amantes furtivos. Impregnados del perfume de lo que se anuncia, nos entregamos a su espera. La tormenta sonará opaca debido a la distancia. Verterá su resplandor en destellos. El mar agitará la senda por donde camino, olvidada de que alguna vez también fui cuerpo.
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