brota precoz
el sueño robado
en el espejo roto
martes, 25 de septiembre de 2018
sábado, 22 de septiembre de 2018
El linyera de la cuadra
Lo vi
cambiar de estilo de vida. Cuando lo conocí había instalado un sillón en la
esquina de casa. Los vecinos solían llevarle comida que calentaba en una
garrafa. Su novia lo visitaba algunas noches. En esas ocasiones se ponía un
saco sobre la ropa que usaba habitualmente y buscaba en la radio algún tanguito
para bailar. Tuvo que desalojar la esquina cuando demolieron la casa que estaba
ahí. Lo vi deambular por el barrio vecino buscando algún techo perdido debajo
del cual guarecerse. Tal vez por orgullo, o por cuidar su privacidad, nunca
optó por mudarse a alguno de los edificios tomados de la cuadra. La calle
parecía proponerle un hogar libre de ataduras.
Lo saludaba
de vez en cuando. En esos tiempos llevaba la mirada hundida hacia adentro. No
registraba la presencia de ninguno de mis vecinos. En mis pocas salidas,
caminaba como autómata sin detenerme en los detalles del paisaje cotidiano.
Después dejé
de verlo. Hace unas semanas anda de vuelta por la cuadra. Parece que trabaja
con los cartoneros, o por lo menos para en lo de ellos. Paso por allí prácticamente
cada vez que salgo y vuelvo a casa. Nuestros encuentros cotidianos
transformaron el saludo en costumbre. No siempre responde. Hay días que parece
extraviado, ausente. Como si su alma se hubiera fugado hacia abismos
insondables. Sin embargo creo que le gusta que lo salude. Apenas hacemos
contacto visual pronuncia un “hola”, en un tono medio canchero, y sus ojos
brillan mientras baja la mirada haciéndose el distraído.
Hoy cuando
salí de casa lo vi meando en la vereda. Miré en sentido contrario casi por
impulso. Habré pensado que estando de espaldas no notaría mi presencia. Sentí
vergüenza. Me sentí violando su intimidad. Me enojaba también que estuviera
meando en “mi” territorio. Ni bien
terminé de pasar escuché nítidamente su “hola”.
El sonido
de su voz me obligó a girar en dirección suya. Espontáneamente un “hola, ¿qué
tal?” se deslizó por mi boca. Advertí que era la primera vez que le dirigía una
pregunta. Él en cambio actuaba con naturalidad. No parecía sorprendido. Tampoco
mi presencia parecía incomodarlo.
Yo no te
meo la vereda- pensé mientras seguí caminando, todavía molesta. El eco de mi
frase me hizo sentir ridícula. Imposible reconocer los límites de su territorio.
Habitaba un lugar de líneas imprecisas que resultaban por completo evanescentes.
martes, 18 de septiembre de 2018
sábado, 15 de septiembre de 2018
La ceremonia del mate
El mate es
una de las primeras cosas de las que me ocupo minutos después de despertar.
Todas las mañanas preparo un termo con
agua caliente y el kit correspondiente -mate yerba y bombilla- únicos protagonistas de la bandeja que llevo a la cama. La llegada del
mate a la cama da comienzo al rito. Mientras el tiempo transcurre a
cuenta gotas en cada cebada, me mantengo en completo silencio. Aferrada a mi mate con ambas manos, me
sostengo en la tarea de desprenderme de las vivencias del no tiempo.
Retazos de sueños, saldos del suspenso,
devienen notas escritas en mi libreta.
Lentamente voy despidiéndome del abandono dispuesto por la noche. La luz y ciertos sonidos se filtran trazando el espacio. Como ella,
comienzo a disolverme en un contorno impuesto
por colores y formas. Muda de palabras voy recogiendo mis fragmentos a
medida que el agua se acaba. La última gota de agua bendita coincide con el momento de vestirme del ropaje cotidiano y hacer caso a la respuesta
que alguna vez di a la pregunta de quién
soy.
martes, 11 de septiembre de 2018
una noche más se extingue
intrusa
la luz absorbe
el milagro del suspenso
el tiempo avanza
trazando el deber
de los colores y las formas
una noche más se extingue
la luz absorbe
el milagro del suspenso
el tiempo avanza
trazando el deber
de los colores y las formas
una noche más se extingue
martes, 4 de septiembre de 2018
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