isla

en la isla del silencio
el bullicio de la soledad repiquetea 

sobre la huella fresca de mis pisadas

atraídos por la vida ausente
los pájaros descienden de los cielos
inquietos y aturdidos 

sobreexpuesto

un cielo sobre expuesto 
vierte su leche transparente
sobre las almas que aún desconocían su penar

el gesto abrupto de la noche 

consigue dejar mudo al paisaje

en las cavernas que parecían olvidadas
el aire se estremece con el roce de las  tinieblas

 

bocanada

lo sagrado y lo profano se entrelazan 
en un roce apenas sugerido

una bocanada con aroma a violetas 
inunda de gracia la fragilidad de todo porvenir

sin principio ni final

la noche se apaga

-y también lo hacen sus espectros-

mientras el día parpadea a tientas