caen

como las lágrimas cuando se junta la tristeza
caen, las hojas del otoño caen
como cae la noche sobre 
la tarde de un domingo

el paso del tiempo en su afán irreversible
de cosa que por caída ya dejó de estar pendiente
nos convida algo de una última certeza
una palabra: inexorable

memorias

crujen las memorias
en la estela que traza
la pincelada de la carne
desnuda bajo los ojos
de la piel que me habita

mar médano sendero

un bosque alimentado por la sequedad de la arena
funde su silencio en el murmullo de mis pisadas
su rumor se esparce entre las hojas de los pinos 
que coquetean atravesando el viento
mar médano sendero
sin principio ni final
el paisaje es el sonido
por donde me pierdo

 

burdel del relato

las zorras viejas llevan la voz cantante
frotan la monotonía de sus cadencias
incitando la lujuria del sentido
cada tanto una chispa de carne joven
insinúa tímido y a la vez desfachatado
un deseo lleno desprovisto de intenciones
provocando el brillo de lo absurdo 
en el tropiezo inesperado

copulan su orgía las palabras 
en el burdel del relato

un hombre de bien

oculto en la baba de tu blandura
lista a pegotearse en cada uno de mis gestos
te pavoneás amparado 

en el palco de las buenas intenciones
lucís tu piedad maltrecha 

gracias a una moral floja de papeles
mientras rezás tus disculpas 

frente a la barbarie civilizada de tus razones
en verdad sos todo un hombre de bien