su huella entibia la tarde
en la despedida del día
"adiós libertad, bienvenido destierro"
"adiós libertad, bienvenido destierro"
un año más se extingue
me asomo al borde de las grande aguas
dejo caer las prendas de la nostalgia
yo - hada de la fragilidad-
entre la desmesura y la insignificancia
las nostalgias se derramaron junto al néctar de la tarde
y me sumergí en el perfume que traían los recuerdos
con la confianza indiferente de una visita inesperada
lo vivido dejó caer sus tules sobre la piel del ocaso
la distancia es un hechizo que embriaga al corazón solitario
retiro la cortina y la noche penetra en el cuarto
salpicando su lluvia de neón sobre la alfombra
antiguas y nuevas las sombras se funden
en la complicidad que ha sobrevivido al recuerdo
del último abrazo de los amantes
planeo un amanecer aún no confirmado
haremos árbol del leño caído
y en el centro de nuestras pupilas
brillará el resplandor de un fuego
recién nacido de las cenizas
al evocarla escribo mi nombre
la línea de su amargura dibuja un gesto
que hace surco en mi memoria
allí -en las arrugas del cuero curtido-
trama su recuerdo
filigrana hecho de fisuras
dónde se trafica la añoranza
de lo que ya nuca será
carga la guadaña de un reviente que agoniza junto al mediodía
y una mirada que huye de las voces que oxidan su conciencia
no va sólo con sus monstruos
a su lado los ojitos de una nena
-con la precisión que les da su vulnerabilidad-
irradian sobre la calle un orgullo que es el suyo
prenda ganada a las desilusiones
un aura que la protege y le esconde
a mi domingo la desesperanza
caer del otro
succionado por el vértigo
-que apetece el abismo-
rodar cuesta abajo por la pendiente
-que hiere el camino-
romperse y disolverse
hasta volverse polvo
niebla, humo o quizás
la imagen de un sueño
que se disipa al despertar
la opacidad de lo estridente se rinde y declina
ante el brillo austero del invierno
los esqueletos de la memoria al desnudo
ofrecen en reverencia sus plegarias
ante un cielo que abraza sin distracciones
la llamarada helada de la que brota
el silencio de una tierra inmóvil
el dolor no se falsifica
la carne aúlla herida
en una lengua universal
que no conoce las fronteras
del engaño ni tampoco
amo que pueda interpretarlo
su grito exhuma la tripa
masacrada por la soberbia
atascada en vía muerta
el dolor es cierto
y por eso libre
Ocurrió de madrugada. El frío penetró en mis sueños y congeló uno a uno mis deseos. Las imágenes se volvieron de cristal y comenzaron a caer como vidrios rotos, sepultando mi cama bajo un manto de hielo y escarcha.
agazapada detrás del lente
mi mirada dispara ojos
que impactan sobre el plástico de una realidad
pero sólo consiguen capturar clichés descartables
la acidez de la lluvia
la amargura del aire
una tierra desolada
más acá y más allá en las distancias
el paisaje es siempre el mismo
la espesura de la niebla se desploma
junto al barro acumulado sobre las tumbas
por donde deambulan pies descalzos
la veo partir junto a la tarde
se despereza sobre el asfalto
se aleja confundida como uno más de los reflejos
de este lado queda la penumbra
dejo caer los párpados
juego a que duermo
sueño que otro vela por mi
lluvia seca de ocres y dorados
¿por qué te arrojás suicida desde lo alto?
¿acaso alguien te convenció que en el tiempo de la desolación
tu sombra podía abandonarnos?
del tropel de alimañas de ala rota
brota un humus humeante
que infecta de pena el aire
y hace plaga la tristeza
su carroña arrecia justo
a la altura de nuestra cabeza
y nos roza la nuca con su ráfaga de hielo
quemando en el pavor hasta las sombras
congelando hasta la luz que entibia
el mediodía en el invierno
sobre un magma de silencio
alquien dice nuestro nombre
una cifra que descifra la travesura de la carne
y encierra el misterio de lo que todavía no existe
nuestra aventura en el tiempo
la única medida que la abarca
la distancia entre la tierra y el cielo
entre la voz y la palabra
bajo la trampa de un cielo limpio de nubes
desfilan las risotadas de una felicidad impostada
una galería de máscaras ostenta
la libertad que no supieron conseguir
porque les fue dada
de pronto un chaparrón inesperado
distrae el cacareo que aturde al domingo
y borronea la mueca de sus alegrías
-mercancía que dan por merecida-
dejando al desnudo el carozo del miedo
que atraganta sus gargantas y los hace graznar
como cuervos desaforados mientras se asfixian
con el hedor del horror de su miseria
desde el pozo hondo de su espíritu
absorbe los fragmentos de mis sentidos
desparramados por el suelo de la realidad
a medida que avanza por las ondulaciones del tiempo
sus tres bocas vierten la calidez de su aliento
y funden su alimento en las velocidades del terreno
el dedo índice repiquetea
en el lugar del reloj ausente
la rítmica del fantasma del tiempo
la sequedad de su gesto señala
lo que da en llamar "asuntos pendientes"
cuenta regresiva inquisitiva
voz implacable siempre atenta
a lo que no
a lo que todavía no
a lo que tal vez nunca
me disuelvo en la espuma que impregna los poros de la noche
en la bruma que perfuma el amanecer del sueño
separada y a la vez reunida
en cada uno de los estremecimientos
en que la eternidad despierta lo sagrado
el ópalo desnuda la fragilidad de lo diverso
impregnando el paisaje con el perfume de los verdes
más pronto que tarde
la noche será la dueña de los matices
entonces sólo nos quedará inclinarnos
ante el misterio de los sonidos
para reconocer el sentido de nuestras presencias