boca abierta

me dejo respirar por el aire de la mañana

hasta volverme una entre sus partículas

todo es quietud alrededor del pájaro que canta 

el paisaje retiene el aliento
parpadea ante la luz que lo despierta
los techos rugen 
aturdidos por el viento 
que arrastra hojas caídas y palabras en desuso
hacia el ombligo de la noche de los tiempos

boca abierta
con dientes afilados

donde el olvido
se perpetúa

haiku

cielo de fuego

sobre el horizonte 

el sol despierta

allí

camino con sigilo por la vereda 
iluminada por el fractal de sombras
sus destrozos pulsan la velocidad de mis pisadas
ante un empedrado que me advierte de lo efímero

todo lo que nace atesora 

la esencia de su muerte
el día se recuesta

sobre lo inminente de la noche

su finitud descansa

en la eternidad del tiempo

más acá y más allá 

del paso fugaz de las horas
allí,  la luz traza su aventura
inédita y repetitiva

vuelo iniciático

el día despierta todavía virgen de lágrimas
una luz dócil se cuela tras los vidrios
y revela que lo bello 
ha comenzado a derramarse sobre la calle
las gamas se amalgaman en un cielo 
que protege y a la vez desnuda
la intemperie de las ramas
la última hoja del invierno tiembla 
antes de cederle su voluntad al viento

la veo planear en caída libre
vuelo iniciático para su última danza

haiku

la hoja tiembla
en la rama desnuda
antes de caer

consuelo

cuando el dolor ya no me necesite
y se haya disuelto en el vacío de la espera
la pena de existir clamará por mi presencia
me exigirá consuelo

sin dudar acudiré a su cita 

con los ojos prendidos todavía a mis pisadas 
aturdida por muros

descascarados de silencio 

no se si notarán mi presencia
tal vez sí la de mi sombra

germen

el silencio dejó caer su manto  

pálida, la calle respira con sonido hueco
estremecida por un escalofrío 
que se derrama por su piel 

las palabras quedaron huérfanas

la tristeza arrastra a lo inefable 
hasta el corazón del desamparo

allí anida el germen de un grito que late